Hay razones para el cabreo del oviedista a la luz de resultado. Porque perder en la primera ronda copera duele. Hacerlo ante un rival de dos categorías menos, aún más. Caer ante un equipo que aún no sabía lo era ganar, mucho más. Pero lo peor no es eso, no. Lo que más duele tiene que ver con las sensaciones, con lo expuesto sobre el césped. Porque el Oviedo fue muy inferior a un Ourense CF que le superó en ilusión, intensidad y, sobre todo, fútbol. El 4-2 con el que los azules se despiden de la Copa agrieta aún más una temporada que se encaraba con la mayor ilusión que se recuerda y acentúa las dudas con Carrión, que tampoco en la Copa da la tecla.
Optó el entrenador por refrescar las piernas, y lo hizo con un cambio total en su equipo: once nuevos respecto a la montaña rusa de Girona. Si lo que quería era darle otra marcha al partido la decisión no tuvo los efectos deseados.
Porque salió un Oviedo ramplón en O Couto. Uno que trataba de tenerla, pero más como mecanismo de defensa o por rutina que con intenciones reales de dañar a un ordenado Ourense. Se entendía la cita como una oportunidad para reunir méritos de cara al once y, de paso, darle la razón a Carrión en eso de que en su equipo no hay titulares fijos. No destacó especialmente ninguno de los aspirantes en un primer tiempo romo, de bajas pulsaciones.
Y eso que al Oviedo le sonrieron las cosas pronto, minuto 16, en una jugada aislada marca registrada de Hassan. Poco se había visto hasta entonces cuando el galo recibió cerca del área, con el lateral cerrándole el paso sobre la línea. Pero el galo se coló con equilibrio de funambulista y a Sanz, lateral local, se le ocurrió lanzarse al suelo para detener su marcha. Las dos carreras chocaron en un penalti de manual. Brekalo se acercó a los once metros y ejecutó con confianza para allanar el camino.
Se le ponían las cosas de cara a los de Carrión, que habían impuesto la ley del más grande, la pegada como argumento para diferenciar categorías. Pero quien esperara un paseo digno de dos divisiones de diferencia se encontraría con un panorama muy diferente.
Antes de entrar en la fase de dominio local, el Oviedo pudo ampliar la renta. Pero a Brekalo se le apagaron las luces ya en el área y Reina desajustó su definición. Sin segundo golpe, el Ourense estaba vivo. Los últimos quince minutos fueron un calvario para los de Carrión. Un par de córners, precedieron a la más clara, la de Omar, agitador desde su entrada por el lesionado Punzano, que chutó buscando la esquina. Una manopla firme de Moldovan evitó el disgusto carbayón.
Tras el paso por vestuarios, salió mejor el Ourense. O en realidad, siguió con la misma tónica. Un par de centros peligrosos avisaron de sus intenciones. Amín cayó en el área, pero se llevó la amarilla por fingir. No es que Moldovan estuviera exigido, pero nótese que todo lo relatado sucedía cerca del área carbayona.
No tardó en llegar el guantazo, fue en el minuto 53. Reina perdió en la salida, con el equipo mal parado, el Ourense conectó un par de pases y Jerin puso justicia desde la frontal. El empate hizo reaccionar a Carrión: Agudín y Colombatto, al verde. El equipo entendió el mensaje, al menos con la pelota, porque no tardó en ponerse otra vez por delante. Esta vez hizo Ilic de ejecutor tras una buena combinación entre Colombatto y Forés.
Agudín empezó a aparecer entre líneas, todo un soplo de aire fresco para un Oviedo a trompicones, pero el Ourense seguía llegando con demasiada facilidad a las inmediaciones de Moldovan. Viñas tuvo ante sí un atajo a la clasificación pero regaló el gol más sencillo de la tarde entre regatear al portero y una picadita con mal pulso. Agudín opositó a jugada de la tarde, demostrando que nunca es pronto cuando rebosa el talento: chutó desde la frontal y chocó con el larguero. El choque estaba muy abierto, estaba “copero” y Kensly lo subrayó con un gran cabezazo que se fue contra el travesaño.
El último cuarto de hora fue local. Prado lo intentó desde la frontal y Amin en una falta peligrosa en las más claras hasta la traca final. A los 94’, el premio gallego: una falta lateral y cabezazo inapelable de Jelbat sin apenas oposición.
La prórroga fue una condena agónica para el Oviedo, inferior en cada parte del campo. El Ourense se lo comió. Acertó Omar a los 98’, en una jugada que resaltó la pasividad de los de Carrión. Quiso reaccionar el Oviedo pero llevaba mucho tiempo fuera del partido, casi todo, noqueado desde el cabezazo de Jelbat. Pudo ser una sangría. Amin hizo el cuarto de penalti y Moldovan detuvo otra pena en el último instante.
Si la Copa era la oportunidad de reafirmar ideas y crecer en sensaciones, el paso por Ourense reabre las heridas y aumenta las dudas con Carrión que tampoco en Copa conoce la victoria.















