La existencia de Júpiter ayudó a reducir los gases de las órbitas que amenazaban a la Tierra con “caer” al Sol
Si alguna vez te has planteado la importancia que han tenido otros planetas del Sistema Solar sobre la Tierrasin ellos, la Tierra jamás habría sido capaz de persistir. Ya no solo por el hecho de que su mera existencia es inevitable si la Tierra también existe, sino también porque su “intervención” fue crucial para evitar que nuestro planeta acabase engullido por el Sol en su época más primigenia. Júpiter es el mayor culpable de ello, tal y como señala un nuevo estudio al respecto.
Júpiter como “escudo” natural de la Tierra
Según indica el estudio publicado en la revista científica Scienceel Sistema Solar no nació de manera simultánea, sino que unos mundos lograron converger antes que otros. Y, los planetas gaseosos, por composición, lograron formarse mucho antes que los planetas rocosos del espacio más interno del Sistema Solar. Júpiter, el más grande de ellos, acabó acumulando tal cantidad de gases de aquel Sistema Solar primitivo que terminó por “proteger” a los planetas rocosos de ser devorados por el Sol.
¿Cómo salvó Júpiter a la Tierra y demás planetas interiores? En aquel momento, con Mercurio, Venus, Tierra y Marte siendo poco más que planetesimales y protoplanetasla fuerte acumulación de gas y polvo debería haberlos hecho orbitar cada vez más cerca del Sol hasta finalmente ceder por completo a su gravedad y desaparecer.
Sin embargo, la acumulación de Júpiter hizo que se quedasen amplios “huecos” en el gran disco gaseoso del Sistema Solar y redujo la presión de estos gases en los planetas rocosos, pudiendo mantener órbitas estables y formarse por completo. Así, de esta manera, la existencia de Júpiter y el gran crecimiento de este planeta propició un escenario menos hostil para los planetas interiores y se alzó como un mundo por el que hoy en día estamos aquí.
Una Tierra con condiciones para la vida
También podría haber sobrevivido la Tierra en caso contrario, pero habría sido mucho menos probable que se mantuviera en una órbita compatible con la vida tal y como la conocemos. Gracias a ello, la Tierra pudo mantenerse en el umbral de habitabilidaden el que la presencia de oxígeno, azufre y agua, entre otros, propició que pudiera formarse la vida y desarrollarse a su estado actual casi 4.600 millones de años después de aquellos eventos.












