Quedan dos Grandes Premios y una carrera al sprint este sábado. 58 puntos en juego. Y 24 son los que separan a Norris de Piastri y Verstappen. Lando puede ser campeón este fin de semana, pero ninguno de los otros dos aspirantes al título se lo van a poner fácil. Como para no perdérselo.
Si Ecclestone estuviera aún al frente de la F1 estoy convencido que, tras la descalificación de los McLaren en Las Vegasmuchos habrían visto la sombra alargada de “tito Bernie” en un intento de prolongar la emoción del campeonato hasta el último suspiro.
Pero aquí no hay teoría de la conspiración que valga. Los de Woking se equivocaron en el cálculo de la altura de su coche, y una suma de factores en la carrera contribuyó a limar el fondo plano de los MCL39 más allá de lo permitido por un reglamento que pretende regular los límites de adherencia de los coches. Punto.
Independientemente de ello, Max hubiera ganado la carrera igualmente, aunque si los papayas no se hubieran disparado al pie habría salido de la Ciudad del Pecado con un margen tan nimio que para Lando la consecución del título habría sido un mero trámite en la noche catarí.
Joan Villadelprat decía el otro día “creo que Verstappen ganará todo lo que queda… pero Lando será campeón”. E incluso añadió “el susto le habrá servido a Norris para aprender que si disparas a un tigre tienes que matarle del primer balazo, porque si no se levantará e irá a por ti”.
Y Max es un cyborg programado para ganar. Sin piedad, casi sin sentimientos, pese que este año a veces nos ha demostrado un cierto sentido del humor con sus comentarios a través de la radio cuando en los retrovisores de su Red Bull ha visto reflejadas algunas meteduras de pata de los pilotos que ya han ganado el mundial de constructores de este año.
No veo el momento de que empiece la acción en Losail. Atravesar los 13.000 kilómetros que separan Las Vegas de Doha habrá sido para los chicos de Zak Brown como cruzar la via láctea durante varios años luz, mientras que para “el tigre revolucionado” apenas un parpadeo.
Al chico de Hasselt le ponen los desafíos, y en una pista que nació para acoger carreras de motos se siente como pez en el agua. Aquí ha ganado en dos de las tres ocasiones que el aullar de los motores rompió el silencio de la noche desértica. Sólo ha hecho una pole en ese escenario donde en 2023 se proclamó campeón, pero también tiene dos vueltas rápidas.
Tras la pausa del verano Max ha ganado 4 de las 8 carreras que se han hecho, una más que las conseguidas por los dos pilotos de McLaren juntos. El de Red Bull no se ha bajado del podio desde entonces, y este año ya ha cosechado seis triunfos, 69 a lo largo de su trayectoria.
No tiene nada que perder, y más cuando cuatro títulos mundiales ya decoran las paredes de su casa. Y, mientras tanto, sus rivales llegan a Katar tiritando, con el cagómetro en zona roja porque saben que Verstappen no perdona, que jamás hace prisioneros y que en las dos carreras que quedan para que a acabe el año: o enfermería, o puerta grande.
Me cabreó notablemente que a propósito de la carrera de São Paulo haya quien haya manifestado su hastío por los constantes homenajes a Senna que, incluso 31 años después de su desaparición, se le siguen tributando.
Me indigna el reguero de tinta que se ha vertido esta semana a propósito de unos comentarios poco documentados sobre el estado de salud de Schumacher.
Lo uno y lo otro demuestra lo irrespetuosos que pueden ser algunos con las leyendas, con la historia. Verstappen ya se sienta en la mesa de esos mitos. Y si se lleva este quinto título, tal vez habrá que ir pidiéndole que lo haga en el centro de la misma. Lo de Qatar puede ser épico.
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