Cuando baja la adrenalina todo lo que queda es la verdad. Tu verdad. La de un bloque menguado, inseguro, torpe, sin automatismos defensivos eficaces. Un equipo desafinado que es incapaz de plantarle cara a nadie cuando «compite» lejos de Alicante. Es así desde hace meses. Es así desde que su apuesta futbolística se reseca sin que alguien haga algo por evitar el deterioro. Motivarse cuando la suerte sonríe, cuando te da rabia que se rían de ti, cuando te propones rebelarte contra la opinión mayoritaria de la grada siempre es más sencillo que hacerlo en mitad de un aguacero, en un campo donde nadie te critica y frente a un puñado de chavales que juegan a lo loco, al todos a una, sin orden, pero con una dosis desmedida de ganas de ganar.

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