No tenía pensado jugar, o al menos no tan pronto. Ben Hamed supo en la caseta que sería suplente… otra vez. Su tarde ya empezaba torcida. Inició el encuentro en el banquillo, así que cuando empezó a jarrearcuando el cielo de Sevilla comenzó a derretirse y a descargar una tromba de agua colosalél estaba sentado bajo el tejadillo que protege los asientos de quienes deben esperar su oportunidad fuera del césped.

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