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"Como si hubiera caído una bomba atómica": los palestinos buscan los restos de sus hogares en barrios arrasados

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Hace una semana, cuando entró en vigor el alto el fuego en Gaza, decenas de miles de palestinos dejaron los extensos campamentos del sur para regresar a sus hogares en ciudad de Gaza y sus alrededores. Un regreso a casa impactante y duro para la mayoría.

Un mes después de que las fuerzas israelíes les ordenaran abandonar sus hogares, la carretera de la costa se llenaba de palestinos avanzando hacia el norte, casi todos a pie. Un río humano transportando las pocas pertenencias que habían logrado salvar en un desplazamiento tras otro.

Al llegar, los repatriados encontraron la desolación total. Grandes extensiones del norte habían quedado simplemente arrasadas. Ya no era posible reconocer sus hogares y sus barrios. Sus comunidades habían sido borradas del mapa.

La magnitud de la demolición ha puesto a las familias ante un dilema terrible: quedarse y buscar refugio en los restos destrozados de sus antiguos hogares o regresar a las tiendas de campaña de los campamentos en el sur, donde tienen más posibilidades de encontrar agua y comida. Una decisión que a su vez depende de otra gran incógnita: cuánto durará la tregua y si se consolidará o no como una paz duradera.

“Tenía la esperanza de regresar y encontrar mi casa en pie, pero lo que encontré fue todo lo contrario; ni siquiera reconocí la zona; todo había sido arrasado”, dice Suhair al-Absi, de 50 años, al llegar al distrito de Sheikh Radwan, en la parte norte de ciudad de Gaza. “No pude identificar los restos de mi casa porque los escombros de todas las viviendas estaban mezclados, la destrucción es inimaginable, algo que la mente no puede comprender”, añade Absi, madre de siete hijos.

Se habían aferrado a su casa hasta el último momento, cuando el ejército israelí avanzaba en septiembre por Ciudad de Gaza, supuestamente para acabar con cualquier vestigio de Hamás. “Nos fuimos cuando los tanques llegaron a la entrada de nuestro barrio, los podíamos ver desde la ventana”, recuerda Absi.

No eran solo tanques. La familia también vio cómo los “robots” volaban una casa tras otra. Eran vehículos blindados y reconvertidos, cargados de explosivos, que las Fuerzas de Defensa de Israel controlan por mando a distancia para minimizar sus bajas mientras avanzan por zonas urbanas.

“Seguimos desplazándonos de una zona a otra en el norte de Gaza; pero con los bombardeos intensificándose por horas, y con la invasión terrestre, ya no pudimos soportarlo más. En la última semana de la guerra huimos al sur de la Franja para proteger a mi familia”, dice Absi.


Miles de palestinos caminan por la calle al-Rashid, llevando sus pertenencias mientras se dirigen hacia el norte tras el anuncio de un alto el fuego en la ciudad de Gaza, Gaza, el 10 de octubre de 2025.

“Hemos regresado para ver cómo estaba la zona y hemos encontrado las casas completamente destruidas. En cuanto vi los escombros de mi casa, me senté y lloré junto a mis hijos”, dice. “Todos nuestros recuerdos desaparecidos, recuerdos que habíamos acumulado durante más de 40 años, tanto felices como tristes, recuerdos de mis hijos, y de nuestros mejores momentos juntos”.

Absi añade que la casa es “absolutamente imposible de reparar”. “Está completamente destruida, no quedó intacta ni una sola columna de hormigón, hasta las piedras han sido destrozadas en pequeños pedazos”, dice. “Lo que me impactó fue la magnitud de la destrucción en todo el barrio. Nunca había visto nada semejante, era como si hubiera caído una bomba atómica sobre el lugar”.

Por todo el distrito de Sheikh Radwan se ven refugios improvisados levantados por familias en sus casas destrozadas. A modo de paredes han colgado telas y mantas entre las pocas columnas de hormigón que quedan aún en pie. En una casa donde solo quedaba un pilar, una familia se sentaba a su sombra para protegerse del sol de la tarde.

A muchos de los palestinos que han regresado a los escombros de sus hogares, sus recuerdos les dan cierta sensación de tranquilidad, un sentimiento de pertenencia. “Voy a vivir en la misma zona destruida donde crecí, una persona solo puede sentirse segura y en paz en el lugar al que pertenece”, dice Absi. “Montaremos una tienda de campaña aquí, en la calle, sobre los escombros, no tenemos otra opción; todas las casas han sido destruidas y no podemos vivir en el sur porque allí no tenemos familia con la que quedarnos”.


Foto del pasado día 11 de octubre en la que se ve a desplazados internos en Gaza caminando entre los escombros y los edificios destrozados de Ciudad de Gaza. EFE/EPA/MOHAMMED SABER

“Reconstruir nuestra casa me llevará toda la vida y es posible que muera antes de verla terminada; lo que pienso ahora es cómo seguir con nuestras vidas y volver a empezar”, dice. “Pienso mucho en el futuro de mis hijos, ahora no hay un futuro claro en Gaza, solo un montón de escombros”.

En el barrio de Shuja’iya, al sur de Ciudad de Gaza, Susan al-Shayah vivió una desorientación similar cuando regresó con su familia. “Al principio, tampoco podía localizar la ubicación exacta de la casa; los escombros estaban amontonados y las calles, completamente destruidas”, dice. “La conmoción era tan grande que no tuve fuerzas para excavar entre los restos en busca de algún recuerdo de la casa, así que no he podido rescatar ni un solo recuerdo de debajo de los escombros”.

La familia pasó cuatro días buscando un lugar donde montar la tienda de campaña. “Por ahora, solo queremos descansar, centrarnos en el presente que vivimos y encontrar un lugar donde vivir, no hay tiempo para planificar un futuro incierto”, dice Shayah. “Sigo temiendo que vuelva la guerra porque Israel siempre incumple sus acuerdos, pero le rezo a Dios para que la paz y la seguridad se mantengan y la guerra no vuelva nunca”. El plan de su familia es acampar en las ruinas de un colegio cercano, donde el suministro de agua es limitado. En el norte hay escasez de agua.

La planta desalinizadora del norte de Gaza fue destruida en verano por bombardeos israelíes y su reparación podría llevar meses. La familia Absi tampoco pudo encontrar agua en Sheikh Radwan, donde el embalse ha sido contaminado debido al destrozo de las tuberías del alcantarillado. La ONU ha dicho que la estación de bombeo está muy dañada y que su reparación depende de la llegada de componentes a través de los pasos fronterizos de Gaza, cuyo acceso no ha estado completamente garantizado durante la primera semana del alto el fuego.

Dentro de Jabalia, el distrito surgido de un campo de refugiados al norte de ciudad de Gaza, Hany Abed-Rabou, de 60 años, regresó para ver en qué estado habían quedado las cuatro casas familiares en el barrio de Joron. Ninguna seguía en pie. “No voy a ocultarle que sufrí un golpe y perdí el conocimiento por la impresión”, cuenta. “Ver tus cuatro casas convertidas en montones de escombros no es fácil de aceptar”, dice Abed-Rabou, que trabaja en el sector de la construcción.

Abed-Rabou ha perdido a un nieto, asesinado dentro de un refugio; y a un hijo, que un día salió a buscar comida para todos y nunca regresó. Ha recorrido los hospitales buscando el cuerpo de su hijo, pero no ha encontrado ni rastro de él. Su plan es montar una tienda de campaña sobre las ruinas de una de sus casas destruidas para alojar a los miembros de su familia que sobrevivieron. Pero los suministros para construir refugios escasean. Según la ONU, la mitad de las tiendas de campaña que iban a Gaza desaparecieron después de un saqueo a los convoyes. Abed-Rabou está dispuesto a esperar: “Nací aquí, crecí aquí y moriré aquí, en Jabalia”.

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