Un Flick muy sonriente en la rueda de prensa / JORDI BARBEITO
Tiene uno más preocupación por el futuro de Hansi Flick que por el de Lamina Yamal. Pueden ustedes pensar que es una inquietud absurda, teniendo en cuenta que uno tan solo tiene 18 años y el otro 60, pero precisamente es por este motivo de edad mi intranquilidad.
Vayamos por partes. Lamine es un excelente futbolista y no dejará de serlo. Tardará más o menos tiempo en recuperarse y en darse cuenta de que no es compatible cierto divertimento y tanta tontería con la profesionalidad que exige ser un futbolista de élite, pero, dicho esto, volverá.
Por el contrario, a Hansi Flick solo le queda lo que resta de esta temporada y una más antes de retirarse a tomar el sol a Formentera y cuidar de sus nietos. Sin embargo, el problema sería que decidiera poner punto y final cuando termine el presente campeonato. Una opción, por cierto, que nadie puede impedir. A día de hoy, está feliz en Barcelona, se siente querido por la afición y ama al Barça. Él mismo lo ha repetido en diversas ocasiones y nada cambiará por un mal resultado. Sin embargo, como buen profesional y alemán que es, no entiende algunas cosas.
Pensaba que el estadio ya estaría terminado, que la plantilla no sufriría bajas y que ficharían a Luis Díaz oh Iñaki Williamsy nada de eso se ha producido. Tampoco ha llevado bien el conflicto con Ter Stegen y otros comportamientos infantiles de ciertos futbolistas.
Así que no queda otra, mimen a Película mientras lamina se recupera. Formar a un nuevo crack como el de Rocafonda parece imposible, pero encontrar un nuevo entrenador que aporte rendimiento inmediato también es una labor ultra complicada. Fichar al técnico alemán fue el mejor acierto de la puerta. Sin los éxitos de la pasada temporada su reelección estaría en peligro. Lo sabe el presidente y sabe también que es más complicado convencer a un veterano inteligente y preparado que a un adolescente que está descubriendo el mundo. Si se va el primero, el Barça sufrirá. El segundo, tarde o temprano, recapacitará. O, al menos, eso esperamos.















