El RCD Espanyol ha vivido dos de las noches más amargas de su historia en las finales de la Copa de la UEFAhoy conocida como Europa League. La primera llegó en 1988cuando el equipo dirigido por Javier Clemente firmó una campaña europea brillante. Con jugadores como Thomas N’Kono bajo palos, Losada o Pichi Alonsolos blanquiazules alcanzaron la final tras eliminar a gigantes como el Inter de Milán.
En el partido de ida, disputado en Sarrià, el Espanyol se impuso 3-0 al Bayer Leverkusen, desatando la ilusión de toda una afición. Sin embargo, en la vuelta en Alemania, el sueño se desmoronó: el Leverkusen igualó la eliminatoria con otro 3-0 y se impuso en la tanda de penaltis. Fue una derrota cruel, con sabor a injusticia, que dejó una huella profunda en el corazón perico.
Casi dos décadas después, en 2007el Espanyol volvió a rozar la gloria. Bajo la dirección de Ernesto Valverde, y con un equipo que mezclaba talento y entrega —donde brillaban hombres como Iván de la Peña, Tamudo, Luis García o el joven Dani Jarque—, el conjunto catalán llegó invicto a la final frente al Sevilla. En Glasgow, tras un intenso 2-2 en 120 minutos, el destino volvió a ser ingrato y los penaltis otra vez condenaron al Espanyol.
Dos finales, dos historias de orgullo y desconsuelo. En ambas, el club mostró una identidad combativa y un fútbol de gran nivel, pero la suerte fue esquiva. Aquellas derrotas dejaron una espina clavada en el alma perica: la de saber que estuvieron a un paso de tocar la eternidad europea, y que la UEFA, pese a ser parte esencial de su historia, sigue siendo la gran cuenta pendiente del Espanyol.















