Contra todo y contra todos. El Sporting sumó ante el Zaragoza una de esas victorias de equipo, de fe y de Molinón. Mucho Molinón. Ni las lesiones de Gaspar y Otero, ni una polémica roja a Duba al filo del descanso, ni prescindir de Gelabert para iniciar la segunda parte. Los rojiblancos sacaron el máximo rendimiento a un tanto de Otero a la salida de un córner antes de verse sometido a la máxima dificultad posible. Medio partido jugó con diez, y ahí apretó la grada para convertirse en uno más, contribuir a la resistencia y señalar el doble rasero de un desafortunado Germán Cid. Tercera victoria consecutiva. Pleno de Borja Jiménez. Ya habrá tiempo de solucionar las consecuencias, a las que hay que añadir la quinta amarilla de Corredera.
Se encontró el Sporting con un Zaragoza ordenado atrás y espeso con balón. Los maños estaban más preocupados en evitar, de inicio, las peligrosas transiciones rojiblancas. Nada de idas y vueltas. Que todo pasara lento y el juego, lo más horizontal posible. En ataque, intentaron pillar, y casi lo consiguen, un fallo en la salida de los centrales del Sporting. Una pérdida de Pablo Vázquez, al cruzar el balón por la frontal del área, dio el primer acercamiento visitante. Despejó Guille Rosas a saque de esquina un centro envenenado de Cuenca.
El Sporting la tuvo en la primera acción que pudo tomar velocidad. Pivotó Otero un balón de Pablo Vázquez en largo y Gaspar, con una marcha más en un arranque con mucha participación, pisó área para disparar arriba con la izquierda. Aviso de los gijoneses al cuarto de hora. El siguiente fue para adentro en otra prueba de la renovada efectividad vista en Valladolid. Salió a relucir el trabajo de pizarra de Borja Jiménez.
Después de uno de esos largos saques de banda de Gelabert, resuelto por el portero visitante enviando a córner, el saque de esquina mostró el efecto de tener bien preparado el balón parado en el fútbol actual. No solo en Segunda. La última jornada de la Liga de Campeones está de ejemplo. César sacó con tremenda precisión a la cabeza de Otero, mientras sus compañeros se movían para bloquear a toda la zaga maña en dos metros cuadrados. Remató solo el colombiano. Un detalle y el Sporting, por delante.
Iba media hora y el inspirado Gaspar tuvo que que pedir el cambio. Una mala caída le llevó a echar la mano a su brazo izquierdo. Intentó seguir, pero acabó relevado por Nacho Martín. Fue el inicio de un cúmulo de desgracias para los de casa. La intensidad de un partido de mucho duelo se cobró otra víctima en el lado contrario. Saidu ocupó el sitio de Radovanovic poco después.
Con el Zaragoza intentando cazar la suya también a balón parado, tras un centro al segundo palo que estuvo cerca de cazar Tachi, el Sporting reordenó su ataque con Gelabert cayendo al costado zurdo dejado por Gaspar y Nacho Martín, por detrás de Otero. Acabaron los de Rubén Sellés acariciando el empate. Al Sporting se le volvió a atragantar la salida, esta vez, a través de Perrin. Después de que Diego Sánchez pudiera haber sido víctima reiterada de falta, el francés entregó otro balón manso a la frontal que el Zaragoza metió en área pequeña. Corrigió Yáñez con una de esas manos suyas salvadoras. Y de ahí, a los problemas.
Otero pidió el cambio por un problema muscular y el camino hacia el descanso fue una tortura. Entre la bronca por las quejas del Zaragoza al árbitro al parar el partido para atender al colombiano, por quien entró Pablo García, a la roja a Duba. El “Pingüino” subió el codo más de lo normal para frenar a su excompañero en el Oviedo Pomares, pero de lo que puede interpretarse como un movimiento para protegerse en plena disputa por anticipar la carrera, a la llamada del VAR. Ni a cámara lenta, algo que todo lo multiplica, pareció temerario. Cid Camacho regresó del monitor para enviar a la ducha a la tercera figura caída en el ataque. Pomares continuó con media sonrisa.
La segunda parte se inició con el partido abierto y el Sporting sintiendo el calor de un Molinón mosqueado por otra expulsión, la enésima esta temporada, envuelta en polémica. Borja Jiménez respondió a la situación dando entrada a Amadou por Gelabert y formando con cinco atrás. La otra pieza diferencial del ataque rojiblanco, fuera a falta de la mitad del partido por jugarse. La lectura era clara: resistir. El riesgo, evidente: demasiado tiempo por delante para vivir encerrado.
Acumuló la posesión el Zaragoza, aguantó en su campo el Sporting y la cosa parecía apuntar a un impecable ejercicio defensivo rojiblanco para acercar la tercera victoria consecutiva. Todo, en medio de una bronca permanente con el árbitro en el foco y la grada rojiblanca señalando su diferente rasero. Pasó en una patada a de Aguirregabiria a Corredera sin balón que solo costó amarilla. Se repitió en cada balón rifado a Amadou, con el senegalés peleándose con medio Zaragoza. Aguirregabiria se libraría después de la segunda, reclamada por El Molinón, tras ayudarse de la mano para controlar el balón. Sí la vio, por protestar, Borja Jiménez.
El siguiente en hacerlo sería Corredera, cartulina que acarrea sanción para la próxima jornada. Otra baja más, otra razón para intentar maximizar el partido ante el Zaragoza. Agotó los cambios el Zaragoza poniendo al último delantero que le quedada, Kodro, en el campo. Último cuarto de hora.
El colmo para el sportinguismo y su enfado con el árbitro llegó con un manotazo de Pau Sans a Diego Sánchez en una acción de similares características a la que costó a Duba la expulsión. Falta sin amonestación. Gasolina en la grada para empujar junto al equipo ante un rival dueño del balón, pero incapaz de generar ocasiones. Agotó los cambios Borja Jiménez con la entrada de Kevin y Loum por Corredera y Guille, agotados. El Molinón, apretando en cada decisión arbitral, en cada posesión larga del rival. Así se llegó a los cinco minutos de añadido. Un carrusel de saques de esquina del Zaragoza. Perrin y Pablo Vázquez, creciéndose. Así llegó la tercera consecutiva del Sporting de Borja Jiménez, una labor coral, en el campo y la grada, un ejercicio de pura resistencia.














