El exvicepresidente estadounidense Dick Cheney murió el martes a la edad de 84 años, marcando el final de una vida política que ayudó a definir una era de conservadurismo posterior al 11 de septiembre y, en años posteriores, simbolizó cuán profundamente había cambiado el Partido Republicano bajo Donald Trump.El aislamiento de Dick Cheney del Partido Republicano ocurrió a plena vista. Después de que empezó a hablar en contra de Trump, las invitaciones dejaron de llegar. Ya no se le pedía que asistiera a cenas de fiesta, convenciones o eventos conservadores donde antes lo habían tratado con respeto. Muchos de sus antiguos aliados lo evitaban porque no querían ser vistos con alguien a quien no le agradaba Trump. Los grandes donantes del partido cortaron lazos y los líderes republicanos que alguna vez lo llamaron para pedirle consejo guardaron silencio. En su estado natal, Wyoming, los funcionarios locales del partido excluyeron su nombre de las listas de invitados y de los programas públicos. Cuando su hija Liz Cheney fue destituida de su puesto de liderazgo, el exilio de la familia se completó.

Dick Cheney no más: la familia del ex vicepresidente deja caer un emotivo mensaje y revela lo que sucedió | MIRAR

De incondicional del partido a paria del partido

Cheney fue el 46º vicepresidente de los Estados Unidos de 2001 a 2009 durante la presidencia de George W. Bush, donde fue visto como uno de los vicepresidentes más poderosos de la historia moderna de Estados Unidos. Desempeñó un papel decisivo en la configuración de la política de seguridad nacional de Estados Unidos después de los ataques del 11 de septiembre que mataron a miles de personas, supervisó las invasiones de Afganistán e Irak y se convirtió en el rostro de la “guerra contra el terrorismo” de Estados Unidos.Sin embargo, en la década siguiente, la alguna vez dominante voz republicana se convirtió en un crítico vocal de la evolución de su propio partido. A medida que la influencia de Trump crecía, Cheney se mantuvo al margen, rechazando el tono populista del jefe del MAGA y los ataques a las instituciones democráticas.Dijo sin rodeos: “En la historia de nuestra nación, nunca ha habido un individuo que represente una amenaza mayor para nuestra república que Donald Trump”.

Los puntos de ruptura

La crítica de Cheney a Trump fue deliberada y consistente.

  1. En diciembre de 2015, cuando Trump pidió prohibir la entrada de musulmanes a Estados Unidos, Cheney lo desestimó rotundamente, diciendo que la propuesta “va en contra de todo lo que defendemos y en lo que creemos”. Lo vio como una afrenta a los valores estadounidenses, no como un debate político. Esa temprana reprimenda marcó el tono de lo que se convertiría en casi una década de tensión entre el ex vicepresidente y el hombre que llegó a dominar su partido.
  2. En marzo de 2019, advirtió en privado al entonces vicepresidente Mike Pence que la administración Trump “se parece mucho más a Barack Obama que a Ronald Reagan”, una clara consternación por la dirección de la política exterior de Trump.
  3. Después del motín del Capitolio del 6 de enero de 2021, Cheney vio los esfuerzos de Trump por anular las elecciones de 2020 como un asalto directo a la Constitución. Acusó a Trump de intentar “robar las últimas elecciones utilizando mentiras y violencia para mantenerse en el poder después de que los votantes lo rechazaron”.
  4. En agosto de 2022, Cheney publicó un mordaz anuncio de televisión apoyando la campaña de reelección de su hija Liz Cheney, llamando a Trump “un cobarde” y repitiendo que “un hombre de verdad no mentiría a sus partidarios. Perdió su elección, y perdió a lo grande”.
  5. Luego, en septiembre de 2024, Cheney llevó su ruptura con el Partido Republicano aún más lejos, diciendo que votaría por Kamala Harris antes que por Trump, advirtiendo nuevamente que Trump seguía siendo “la mayor amenaza para nuestra república”.

Lo que esto revela sobre el cambio de partido

La alienación de Cheney arroja luz sobre la transformación más grande dentro del Partido Republicano: de su base tradicional de conservadores de seguridad nacional a un movimiento dominado por el populismo, las amplias relaciones públicas y la lealtad personal de Trump.Cheney, que alguna vez fue un símbolo de la fuerza republicana posterior al 11 de septiembre, se convirtió en un exiliado político en la era Trump. Sus ataques lo convirtieron en un paria entre muchos miembros del Partido Republicano, mientras Trump remodelaba las prioridades del partido en torno a los agravios, las guerras culturales y el negacionismo electoral.La historia de Cheney es una advertencia de lo que les sucede a los republicanos que se niegan a ceder ante el movimiento de Trump. Su oposición no se trataba de ideología sino de lealtad e integridad, una postura que le costó su lugar en el partido que una vez ayudó a definir.Cheney deja tras de sí un legado complicado, recordado tanto por su formidable influencia durante los años de Bush como por su desafío en sus últimos años a la política de Trump.Tras su muerte, Cheney sigue siendo un símbolo de la división que ha llegado a definir el conservadurismo moderno: un choque entre la búsqueda del poder y la defensa de los principios. Defendió el viejo orden republicano, arraigado en la seguridad nacional y la fortaleza institucional, incluso cuando ese mundo dio paso al movimiento populista de Trump. Sus últimos años capturaron esa línea divisoria: un partido alguna vez moldeado por la disciplina y la ideología, ahora impulsado por la lealtad y el desafío.

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