El ajuste de cuentas real finalmente ha alcanzado al príncipe Andrés. Después de que el rey Carlos despojara formalmente a su hermano menor de los títulos y privilegios reales que le quedaban, el otrora poderoso duque de York perdió no sólo su posición sino también su residencia en Royal Lodge, Windsor. Pero las consecuencias se extienden más allá de él. Su ex esposa, Sarah Ferguson, que siguió viviendo con él décadas después de su divorcio, ahora enfrenta el desalojo, la incertidumbre financiera y un futuro fuera de la protección real.
El panorama general
Sarah Ferguson, de 66 años, fue alguna vez la brillante y divertida “Fergie” que inyectó calidez a la familia real británica cuando se casó con el príncipe Andrés en 1986. Sin embargo, su matrimonio colapsó en 1992 en medio de escándalos sensacionalistas, problemas financieros y rumores de infidelidad. La pareja se divorció en 1996, pero, inusualmente, permanecieron unidos e incluso continuaron viviendo juntos en Royal Lodge, una casa de 30 habitaciones en la finca de Windsor, mucho después de su separación.
Según The Times de Londres, la residencia continua de Ferguson en el Royal Lodge había sido posible gracias a su acuerdo personal de larga data con Andrew, a pesar de que ya no ostentaba un título real. Durante tres décadas, esta configuración inusual le ofreció estabilidad y una conexión continua con la vida real. Esa línea de vida ahora está siendo cortada. Como informó The Telegraph, con los títulos de Andrew revocados y su ocupación de Royal Lodge bajo revisión por parte de Crown Estate, se le pide a Ferguson que abandone la propiedad que ella ha llamado hogar desde 2008.La medida, dicen los comentaristas reales, simboliza el desmoronamiento final de una de las asociaciones menos convencionales en la historia real moderna, una que soportó escándalos públicos, caos financiero y repetidos intentos de reinvención.

¿Qué pasó y qué significa?
La situación actual de Ferguson es el resultado de varios factores convergentes:Pérdida de privilegios reales: la decisión del rey Carlos de eliminar los títulos del príncipe Andrés, incluido el de “Duque de York”, marca el fin de su estatus real formal. Con ello, Ferguson pierde su último vínculo simbólico con la monarquía.Desalojo de Royal Lodge: Se está recuperando la antigua casa de la pareja, alquilada por Andrew a Crown Estate. Ferguson, que vivía allí como invitado y no como inquilino legal, ahora enfrenta el desalojo.Precariedad financiera: Ferguson ha luchado durante décadas contra la deuda y una mala gestión financiera. Empresas comerciales pasadas, desde libros para niños hasta acuerdos televisivos estadounidenses, tuvieron un éxito inconsistente. Sin el apoyo real, su independencia financiera se verá seriamente puesta a prueba.Daño a la reputación: Su asociación con Jeffrey Epstein, de quien aceptó £15,000 en 2011 para pagar una deuda, continúa ensombreciendo su imagen pública. Después de que resurgieran este año correos electrónicos que revelaban su contacto continuo con Epstein, varias organizaciones benéficas cortaron lazos con ella, según informó The Guardian.El resultado es un retrato de una ex duquesa, alguna vez celebrada por su carisma, ahora sin respaldo real, ingresos estables o un hogar claro.

Por qué es importante
La situación de Ferguson subraya el renovado enfoque de la monarquía en la rendición de cuentas y la austeridad bajo el rey Carlos. Los esfuerzos del Rey por racionalizar la casa real significan que menos “miembros de la realeza que no trabajan” disfrutarán de privilegios como seguridad financiada por los contribuyentes o vivienda en tierras de la Corona.Para Sarah Ferguson, que alguna vez simbolizó a una realeza moderna y con la que se podía identificarse, este cambio representa el fin de una era en la que los miembros de la realeza divorciados podían permanecer en los márgenes de la vida real. Su situación también plantea dudas sobre la responsabilidad de la familia real hacia ex miembros cuyos problemas personales y financieros se cruzan con el escrutinio público.Los analistas reales señalan que la decisión de distanciar a Ferguson de las propiedades reales es parte del plan más amplio de Carlos para proteger la reputación de la monarquía después de años de controversia que involucran tanto a Andrew como a Ferguson. Señala que la indulgencia real, que alguna vez se extendió a los miembros de la familia afectados por el escándalo, se ha agotado oficialmente.
Una vida de altibajos
La vida de Sarah Ferguson ha estado llena de cambios dramáticos, desde la adoración pública hasta la desgracia.Entró en la familia real como una “mujer común” enérgica y con los pies en la tierra.El escándalo no tardó en llegar, incluidos excesos financieros, ataques a los tabloides y humillaciones públicas, como las infames fotografías de ella en 1992 con el financiero John Bryan.A pesar de su divorcio, se mantuvo cercana a Andrew y los describió como “la pareja divorciada más feliz del mundo”.Más tarde luchó contra las deudas, apareció en reality shows estadounidenses y se convirtió en autora y patrocinadora de organizaciones benéficas.Sus últimos años vieron desafíos de salud, incluido el tratamiento del cáncer de mama, y esfuerzos para reconstruir su imagen a través de la oratoria y la filantropía.Pero los repetidos pasos en falso, desde sus tratos con Epstein hasta sus gastos extravagantes, han erosionado gran parte de la buena voluntad que alguna vez disfrutó. Amigos citados en The Times la describen ahora como “al límite, sin ningún lugar adonde ir ni nadie con quien ir”.
El camino a seguir
Lo que le espera a Sarah Ferguson sigue siendo incierto. Los informes sugieren que planea mudarse a una vivienda privada, dependiendo de las regalías de sus libros, sus apariciones en los medios y el apoyo de sus hijas, la princesa Beatriz y la princesa Eugenia.Si bien ya no tiene el título real ni los privilegios, Ferguson ha mostrado resiliencia antes, reconstruyéndose después de escándalos que habrían acabado con la mayoría de las vidas públicas. Sin embargo, esta vez el desafío puede ser más difícil: sin una casa real o una asociación a la que recurrir, debe establecer una identidad independiente en una época en la que la reinvención es difícil.Los observadores dicen que la decisión del rey Carlos marca un punto de inflexión no sólo para Andrew y Ferguson sino también para la forma en que la monarquía maneja a quienes alguna vez estuvieron vinculados a ella. Sugieren que la era de la indulgencia real ha terminado.










