Tras unos momentos de espera, el testigo logra conectarse por videoconferencia. El interrogatorio empieza con mal pie.
Abogada: ¿Se acuerda de Carlos?
Testigo: No.
Abogada: ¿Pero se acuerda de haber conducido su coche?
Testigo: Ah sí, un Golf blanco. Es que por el nombre no lo recuerdo.
Pese a la paciencia y esfuerzo de la abogada de la acusación particular, el testigo no arroja nada en claro. Y así ha sucedido durante buena parte de las dos semanas de juicio en la Audiencia de Barcelona.
Lo único que es seguro en este caso es que alguien colocó casi 900 gramos de cocaína, 100 de hachís, una pistola y un hacha en el maletero de Carlos, estibador del Puerto de Barcelona, el 15 de junio de 2016.
Más dudas existen de si fue un plan orquestado por los cuatro hombres que se sientan en el banquillo de los acusados: dos mossos d’esquadra, un extrabajador –“negociador”, en sus propias palabras– de Desokupa y su sobrino. Lo han negado todo este miércoles. Mucha menos certeza hay sobre el motivo de la “colocada”, aunque en el trasfondo aparecen elementos turbios del Puerto de Barcelona.
El tribunal de la sección 5ª de la Audiencia de Barcelona también ha tenido que tirar de paciencia: declaraciones contradictorias entre agentes de los Mossos d’Esquadra (Asuntos Internos y los agentes de la comisaría de Sant Martí se han responsabilizado mutuamente de pedir los seguimientos del caso), testigos protegidos que no recuerdan nada, pinchazos telefónicos irrelevantes y poca luz sobre el núcleo central de los hechos. La Fiscalía se ha reafirmado en pedir hasta 18 años y nueve meses de cárcel para los agentes acusados.
No es un juicio menor. Ni por las altas penas solicitadas, ni por el sufrimiento que la víctima de la “colocada” de droga arrastra casi una década después por el trauma sufrido, ni por el dolor que también sienten los acusados. “Esto es una pesadilla y quiero que se acabe de una vez porque no entiendo por qué estoy aquí”, ha implorado al tribunal uno de los agentes acusados.
El trasfondo de este juicio es uno de los focos de la delincuencia en Catalunya al que la mayoría de autoridades prefieren no mirar. Todo el mundo que viste uniforme o toga habla de que el Puerto de Barcelona es uno de los epicentros del tráfico de drogas, con necesaria connivencia de estibadores y fuerzas de seguridad que se corrompen. Pero salvo excepciones protagonizadas por un reducido grupo de policías de distintos cuerpos, fiscales y jueces que han logrado destapar en los últimos años varias tramas corruptas en los muelles, lo que pasa en el Puerto se queda en el Puerto.
El caso evidencia además un posible enfrentamiento entre grupos de estibadores que supuestamente colaboraban con narcotraficantes. Y también las “aguas turbias” en las que se mueven las relaciones entre policías y confidentes, tal y como dejó escrito la sección 3ª de la Audiencia de Barcelona cuando absolvió, en otra causa, a un agente acusado de trabajar para una red de ‘narcos’.
Para muestra, la declaración de un testigo protegido del caso, confidente de los Mossos y propuesto por la acusación particular. Este miércoles estaba citado para comparecer pero no ha acudido, según ha trasladado, por “miedo”. La solución del tribunal ha sido reproducir su declaración ante la jueza de instrucción. Lejos de sustentar la versión de las acusaciones, su relato ha sido un galimatías.
Tras negar que hubiera declarado ante los Mossos, el testigo matizó que en una comisaría “no había estado nunca”, pero que sí había tenido muchas charlas con agentes de la policía catalana. También dijo que los agentes le “enseñaron fotos” de los acusados, pero a renglón seguido apostilló que no tenía “ni idea” de la “colocada” de droga.
Para colofón, cuando un abogado le mostró el atestado policial de su declaración, el confidente respondió: “Esta no es mi firma”.
Abogado: ¿Pero entonces por qué le pidieron colaboración los Mossos?
Confidente: Para cosas, para un montón de cosas. La policía vino para decirme que había habido una colocada de droga en el maletero de un portuario, que había un mosso corrupto y que si sabía algo. Todo me lo contaron los mossos, yo no dije nada.
Jueza: Pero si la policía ya sabía todo esto, ¿por qué viene a preguntarle?
Confidente: Pues no lo sé.
Por si no fuera suficiente, en la grabación se escucha cómo el testigo protegido no tiene inconveniente en reconocer que el agente de los Mossos d’Esquadra que lo ha acompañado al juzgado a declarar en fase de instrucción está dentro de la sala donde se produce el interrogatorio.
El interrogatorio de ese confidente también abordó una de las claves de la colocada de droga, según las acusaciones: la enemistad entre Carlos L. y David Caballero, confidente policial, también estibador y conocido como Búbito, y que fue asesinado de un tiro en plena calle el año pasado, cuando desayunaba en la terraza de un bar en Montgat (Barcelona).
El conflicto habría surgido a raíz de la aparición de una web llamada “los sapos del puerto”en la que aparecía Búbito junto a otros nombres de una supuesta red de tráfico de drogas formada por estibadores y policías. La “colocada” de droga sería la venganza de Búbito contra Carlos, al que responsabilizaba de la web. Bubito llegó a comparecer como testigo durante la instrucción del caso, pero fue descartado como investigado. Según contó el inspector que llevó las pesquisas, se centraron en los dos agentes de los Mossos tras los hallazgos de Asuntos Internos.
Aquí aparece otro de los interrogantes de este juicio: tres meses antes de la “colocada” se hicieron sendas consultas en la base de datos policial sobre Carlos, Búbito y el coche del primero, donde fue depositada la droga, una pistola y un hacha. Los agentes han negado que fueran ellos los que realizaran las búsquedas. Uno de ellos, además, ha acreditado que trabajó en el turno de mañana y que se desconectó antes de las 14.00h. Han dicho desconocer qué agente hizo uso de la base de datos policial.
Además, la defensa de uno de los dos agentes ha logrado sembrar la duda al tribunal sobre una identificación deficiente por parte de los agentes de los Mossos que se hicieron cargo del caso. Los agentes explicaron en el juicio que el nombre del mosso acusado se lo dio otro confidente, un tal Luis Soler, que lo identificó en una fotografía de los integrantes de la comisaría de Sant Martí tras una operación antidroga bautizada como Picapiedra.
A ese relato le ha surgido una grieta relevante: el acusado ha podido acreditar que el día que se tomó la fotografía, él estaba de viaje a Brasil. Para ello incluso ha entregado su pasaporte, con el sello correspondiente, al tribunal. Su defensa ha entregado el pasaporte y la foto de la comisaría durante la sesión de este miércoles una vez empezado el juicio, algo inusual y a lo que se ha opuesto la Fiscalía, pero el tribunal lo ha aceptado al considerar la documentación “plenamente justificada”. El mosso ha cerrado el puño con rabia al escuchar al presidente del tribunal aceptar la prueba de descargo.
La investigación inicial contra el trabajador portuario se archivó en 2019, al no hallarse prueba alguna de su implicación en el tráfico de drogas, y se abrió otra causa contra los hoy acusados. Tras dos semanas de juicio, este miércoles había mejores sensaciones en los bancos de la defensa que en el de las acusaciones. Una máxima flota en toda la sala: lo que pasa en el Puerto, se queda en el Puerto.










