El Louvre, el museo más visitado del mundo, cerró apresuradamente el domingo después de que unos ladrones entrasen en la galería de Apolo, donde están las principales joyas de la corona francesa, en medio de un atrevido golpe a plena luz del día que resultó en la sustracción de joyas napoleónicas de incalculable valor. Este lunes la institución también ha mantenido sus puertas cerradas.
La policía sigue la pista de los ladrones, que se llevaron ocho piezas históricas, mientras arrecian las preguntas sobre cómo lo consiguieron y quién podría comprar objetos tan extremadamente valiosos, entre los que había un collar que Napoleón III regaló a Eugenia de Montijo, su emperatriz consorte.
¿Cómo se colaron los ladrones y quiénes eran?
El golpe fue muy profesional. A plena luz del día, cuatro ladrones encapuchados se bajaron de un vehículo junto al Louvre, en una vía paralela al río Sena. A eso de las 9.30 h, media hora después de la apertura del museo a los visitantes, los ladrones estaban en el extremo sur del edificio, desde un camión con una plataforma elevadora y una escalera extensible que situaron pegada a la ventana de un balcón del segundo piso. Con una radial y otras máquinas de mano consiguieron penetrar en el inmueble, según las autoridades.
Una vez dentro, rompieron los cristales de los expositores y se llevaron las joyas. Aunque las alarmas sonaron, los asaltantes se marcharon velozmente en motocicletas. Toda la operación llevó menos de 10 minutos, según el ministro del Interior, Laurent Núñez. “Fue un equipo experimentado que claramente había reconocido antes el entorno”, dijo.
Los 60 investigadores adjudicados al caso tienen la teoría de que podría tratarse de un grupo de crimen organizado. El propio Núñez reconoce que este robo da “una imagen terrible” de los museos franceses y que la seguridad de estos es un importante punto débil, pese a ser un blanco predilecto para los ladrones. Solo el mes pasado el Museo de Historia Natural de París y otro en el centro de Limoges sufrieron sendos robos, valorados respectivamente en 700.000 y 7,6 millones de dólares.
¿Qué se llevaron los delincuentes y qué se dejaron?
El Ministerio de Cultura dijo que los ladrones se hicieron con ocho piezas, que inicialmente eran nueve, pero la corona de la emperatriz Eugenia, de valor incalculable, se les cayó al escapar. Tampoco se hicieron con el diamante de la regente, que según la casa de subastas Sotheby’s cuesta más de 60 millones de dólares.

Las otras piezas son un collar y una pareja de pendientes que Napoleón I regaló a su segunda mujer, la emperatriz María Luisa. Una diadema (similar a una tiara) de cerca de 2.000 diamantes, un broche y un lazo decorativo que pertenecieron a la emperatriz María Eugenia. Y una tiara, un collar y un único pendiente de un set de zafiro que utilizó, entre otras, María Amelia, la última reina de Francia. El collar está adornado con ocho zafiros y 631 diamantes.
Todas las piezas estaban en la galería de Apolo, construida en 1661, en tiempos de Luis XIV. La galería, llena de láminas de oro y cuadros, sirvió de modelo a la archiconocida Galería de los Espejos del Palacio de Versalles.
¿Cuáles han sido las reacciones?
El golpe suscitó reacciones políticas con rapidez. El líder de la extrema derecha Jordan Bardella afeó lo sucedido al presidente, Emmanuel Macron, que tiene que lidiar con un parlamento fragmentado.
“El Louvre es un símbolo global de nuestra cultura”, escribió en X. “Este robo, en el que los ladrones se llevaron joyas de la corona francesa, es una humillación insoportable al país. ¿Hasta dónde va a llegar la decadencia del Estado?”, añadió.
Macron dijo que Francia “recuperará las obras y los perpetradores serán llevados ante la justicia”. “El robo cometido en el Louvre es un ataque a un patrimonio que veneramos porque es nuestra historia”, agregó.
“Es un robo muy grave”, declaró Núñez, que recordó que las medidas de seguridad del museo se reforzaron en los últimos años y se seguirán fortaleciendo en el marco de un plan para remozar las instalaciones que costará varios millones de euros.
Las obras más señeras sí están muy protegidas —la Mona Lisa la guarda un cristal antibalas con temperatura controlada— pero el golpe del domingo puso de manifiesto que no todos los objetos —más de 33.000— tienen una protección tan robusta. El suceso es una vergüenza para un museo que ya estaba bajo la lupa.
La visitante Magali Cunel, profesora de francés venida del área de Lyon, resumió el sentir de muchos: “¿Cómo pueden subir en ascensor a la ventana y llevarse las joyas a plena luz del día? Es increíble que un museo tan famoso tenga estas brechas de seguridad tan evidentes”.
¿Este robo tiene precedentes?
El historial de robos del Louvre es amplio. El mayor fue, posiblemente, el de La Mona Lisa oh Mona Lisa en 1911, cuando un decorador italiano que había trabajado brevemente para el museo, Vicenzo Peruggia, se la llevó, tras entrar en el museo vestido como un trabajador más. Cuando nadie miraba, descolgó el cuadro y se escapó, pero lo acabaron encontrando.
Otro desagradable episodio se produjo en 1956, cuando un visitante tiró una piedra al mismo cuadro y levantó algo de pintura cerca del hombro izquierdo. Aquel incidente aceleró el plan de proteger la obra con un cristal.
El último robo del museo parisino ocurrió en 1998, cuando alguien se llevó un cuadro de Camille Corot que nunca reapareció.















