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Las jugadoras de la Selección de balonmano dejaron clara su postura contra el genocidio antes de enfrentarse a Israel… y golearla

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La selección española femenina de Balonmano se enfrentó este domingo a Israel en la segunda jornada del clasificatorio para el Campeonato Europeo de 2026 que se celebrará de forma conjunta en Polonia, Rumanía, Eslovaquia, Turquía y República Checa a finales del próximo año. Sin embargo, este partido no podía ser uno más, ni para las jugadoras, ni para su entrenador.

Ya antes del encuentro, tanto las internacionales como el seleccionador expresaron a través de sus redes sociales y en medios de comunicación que no estaban de acuerdo en disputarlo. El entrenador español, Ambros Martín, señalaba el sábado en una entrevista en Marca que no podía entender “cómo se permite lo que está sucediendo”.

“Vamos a competir porque estamos obligados a ello. De lo contrario, recibiríamos una penalización”, explicaba el exjugador y uno de los entrenadores más laureados del balonmano femenino. Y añadía resignado: “Va a ser difícil jugar contra un país que no respeta ningún tipo de derecho humano, como a la vida, el más importante”.


El partido entre Israel y España finalmente se disputó pese a todo. Tuvo lugar en la ciudad eslovaca de Bratislava, un campo neutral, debido a la situación bélica aún peligrosa en territorio israelí. Aunque a priori partía como un enfrentamiento asequible para las españolas, el entrenador reconocía la dificultad psicológica de enfrentarse a la selección de Israel en un momento como este.

“Entiendo que las jugadoras de Israel no tienen mucho que ver, pero sí el país que representan. Va a ser difícil, porque mis jugadoras sienten lo mismo que yo”, decía Martín en la misma entrevista, y reiteraba que, si por ellas fuera, “no jugaríamos este encuentro”. “Somos profesionales y debemos abstraernos, aunque cueste hacerlo. Vamos a tratar de hacer lo que sabemos, que es jugar al balonmano”, adelantaba el preparador canario.

Lo que no dejaron de lado las internacionales españolas fue su reivindicación. Momentos antes del partido entre selecciones, muchas de las jugadoras publicaron un mensaje en sus redes sociales, en castellano y en inglés, en el que señalaban que “ante el deber” de jugar el partido no podían “ignorar lo que sucede más allá de la pista”.

“Como deportista, me resulta imposible separar por completo la competición de la realidad que ahí fuera golpea cada día las vidas de personas inocentes”, continuaba el mensaje, que recordaba cómo, en otros momentos de la historia, el deporte sí ha actuado “con determinación ante los abusos cometidos contra los derechos humanos” y como “la ignominia ha sellado la memoria colectiva de sus responsables, quienes lo perpetraron, permitieron o posibilitaron”.


El mensaje, en castellano, de las jugadoras de la Selección de balonmano antes del partido contra Israel.

En cambio, las jugadoras españolas criticaban que hoy “reina un silencio que ahoga” y que esa doble vara de medir “también duele”. Además, remarcaban que su solidaridad está “con el pueblo palestino”, del que recuerdan que está “sometido a un genocidio que ha arrasado la vida de 68.000 personas” y que Israel no ha dejado “piedra sobre piedra”. Y dejaban también un mensaje a quienes lanzan acusaciones de mezclar deporte y política: “se trata de humanidad, dignidad y justicia”.

“No puedo no alegrarme ante la posibilidad de un acuerdo que acerque la paz y alivie, aunque sea un poco, tanto dolor”, reconocían las deportistas, aunque agregaban que esta “esperanza” ni borra la responsabilidad ni es incrédula. “Compito, sí, pero no lo hago con indiferencia”, concluían.

Las internacionales no se quedaron ahí. Jugaron, por obligación, el partido frente a Israel, pero lo hicieron con pegatinas de sandías —un símbolo utilizado frente a la censura en redes sociales para dar apoyo al pueblo palestino— pegadas sobre sus zapatillas. Y, de paso, también dieron una paliza (deportiva) a la selección de Israel. España venció por 38 a 22.

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