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La congresista Lucinda Vásquezrepresentante de San Martín e integrante del bloque Juntos por el Perú–Voces del Pueblo–Bloque Magisterialvolvió al ojo del huracán. Esta vez, no por un proyecto de ley, ni por un debate encendido en el Pleno, sino por una imagen que ha puesto al Congreso —una vez más— en el centro del ridículo nacional.
El dominical Cuarto Poder difundió una fotografía en la que se aprecia a un asesor suyo cortándole las uñas de los pies en su despacho parlamentario, en pleno horario laboral. El episodio, que ha generado una ola de comentarios y memes en redes, parece salido de una sátira política, pero es real.
Lejos de ofrecer disculpas o admitir algún error de criterio, Vásquez respondió con un declaración indignada. Calificó el hecho como “un ataque sin precedentes” y una “venganza de extrabajadores” que, según dijo, no pudieron “aprovecharse para cumplir sus necesidades personales de índole político”. Asegura además que las imágenes buscan “generar zozobra en su entorno” y “pánico a la ciudadanía”, como si el país no tuviera ya suficientes motivos para el desconcierto.
“Rechazo categóricamente cualquier intento de manipulación a través del uso indebido de información”, escribió la parlamentaria, exhortando a los medios a “no dejarse sorprender por publicaciones sin sustento”.
Mientras tanto, el presidente de la Comisión de Ética, Elvis Vergaraanunció que solicitará abrir una investigación para determinar si hubo uso indebido de recursos del Estadolo cual podría acarrear sanciones o incluso una denuncia penal.
La legisladora, que ingresó al Congreso en 2021 por Perú Libre con apenas 8,778 votos, ha transitado por diversas agrupaciones políticas y no es ajena a las controversias. En enero, la Fiscalía presentó una denuncia constitucional en su contra por el presunto tráfico de influencias en un caso de filtración de exámenes docentes, y en mayo, otro reportaje la señaló por supuestos recortes salariales a su personal de confianza.
En un Parlamento marcado por la desaprobación y el descrédito, la escena de la congresista atendida por su asesor con tijeras en mano se convierte en símbolo involuntario de una institución que, entre escándalos y negaciones, parece cada vez más desconectada del sentido común.
Al final, Vásquez no solo deberá explicar lo del pedicure en el Congreso. También, cómo se corta —políticamente— una crisis cuando la indignación ciudadana ya tiene las uñas bien afiladas.















