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¿Qué es el famoso ‘hygge’ danés y cómo puedes disfrutarlo por Dinamarca?

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Hay países donde la felicidad parece medirse en grados de luz. Y sin embargo, Dinamarca —con inviernos largos, cielos grises y apenas unas horas de sol al día— figura, año tras año, entre los países más felices del mundo. ¿El secreto? Una palabra corta, suave y casi intraducible: higiene.

No es solo una forma de decorar las casas o de tomar café con vela al lado. El hygge (se pronuncia “hu-ga”) es una filosofía de vida: la búsqueda consciente de la calma, el confort y el disfrute de las pequeñas cosas. Es el arte de estar a gusto. Y en Dinamarca, está tan arraigado que se respira en las calles, en los bares y hasta en la forma en que los daneses se saludan.

Hygge: más que “lo acogedor”

Traducir higiene al español es casi imposible. Se suele definir como “acogedor”, pero eso se queda corto. Es una sensaciónmás que una acción: el calor de un jersey de lana en invierno, el murmullo de una charla sin prisas, una copa de vino al lado de la chimenea o un paseo por el parque en silencio.

Según el Instituto de Investigación sobre la Felicidad de Copenhaguedirigido por Meik Wiking (autor del bestseller Hygge, la felicidad en las pequeñas cosas), esta práctica cotidiana se asocia a tres pilares: bienestar, gratitud y conexión humana. Es decir, sentirse bien con lo que tienes, disfrutarlo sin culpa y compartirlo con otros.

Por eso, un café puede ser higiene. Una cena sencilla también. O un día de lluvia en casa viendo una película con manta. Todo depende de la intención: vivir el momento sin prisa, sin exceso y sin ruido.

Cómo se vive el hygge en Dinamarca

El hygge forma parte de la identidad danesa, tanto como la bicicleta o la porcelana azul. En Copenhague, basta caminar por barrios como Nørrebro oh Vesterbro para entenderlo: cafeterías con luz tenue, sofás de cuero envejecido, mantas de punto y velas encendidas incluso a plena luz del día. No es casualidad.

Los daneses consumen más velas per cápita que ningún otro país del mundo. Las encienden en las casas, los bares y las oficinas. “La luz cálida crea seguridad”, explican los locales. No es un lujo, es una necesidad emocional frente a los inviernos interminables.

En Århusla segunda ciudad del país, el hygge se vive al aire libre. Los parques, los canales y los pequeños mercados se llenan de gente que toma café al sol, comparte bollos de canela (caracoles canela) o simplemente observa cómo el día pasa despacio. En Dinamarca, no hay prisa para disfrutar.

Comer, reunirse, apagar el móvil

Parte esencial del hygge es la desconexión. No se trata de llenar la agenda de planes, sino de hacer espacio para lo importante. Puede ser una comida entre amigos en casa, con pan recién horneado y vino tinto; una tarde leyendo junto a la ventana; o un paseo por Nyhavn al atardecer, mientras las luces se reflejan en los canales.

La comida también tiene su papel: platos calientes, repostería casera, sopas y café a cualquier hora. Nada de dietas estrictas ni de culpa. Como explica Helen Russell, autora de El año de vivir danésel hygge es “ser amable contigo mismo”. En enero, cuando medio mundo se impone restricciones, los daneses optan por cuidarse desde el placer.

¿Se puede exportar el hygge?

Aunque nació en Escandinavia, el hygge ha cruzado fronteras. En ciudades como Londres, París o Madrid han surgido cafés, librerías y hasta panaderías inspiradas en esta estética nórdica: madera clara, mantas, luces cálidas y bollos de cardamomo. En ellos, el tiempo parece ir más despacio.

Pero más allá de la decoración, el hygge es una actitud. Se puede practicar en cualquier parte del mundo: basta con encender una vela, invitar a alguien a cenar sin mirar el reloj o escuchar música sin multitareas de por medio. Lo esencial es crear un ambiente donde la calma y la conexión sean posibles.

En Dinamarca, el hygge no es un antídoto contra el frío: es una forma de enfrentarlo. Nació de la necesidad de encontrar luz en la oscuridad, calor en lo cotidiano y alegría en lo sencillo. Y aunque se asocia al invierno, también florece en verano, cuando los días se alargan y las cenas al aire libre se vuelven eternas.

Así que, si viajas por Dinamarca, olvida los planes acelerados. Pide un café en una taza de cerámica, siéntate junto a la ventana y observa cómo llueve sobre Copenhague. Eso, y no otra cosa, es higiénico: la felicidad que se construye despacio, sin prisa y con una vela encendida al fondo.

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