En 2002, la entonces secretaria de Educación, Estelle Morris, sorprendió a Westminster al anunciar que renunciaba a su trabajo.
El hecho de una dimisión ministerial no fue particularmente impactante: había habido muchas antes y habría muchas más después. Lo que sorprendió a parlamentarios y periodistas fue la razón que adujo para su decisión de dimitir.
“No he hecho el trabajo tan bien como debería”, confesó, disadvantage franqueza, en una carta al primer ministro Tony Blair. “En algunas de las situaciones recientes en las que he estado involucrado, no he sentido que haya sido tan efectivo como debería o tan efectivo como ustedes necesitan que sea”.
Y concluyó: “He aprendido en qué soy buena y también en qué soy menos buena”.
Hoy, Rachel Reeves está sentada en el Tesoro dando los toques finales a su presupuesto. O debería serlo.
Lo que en realidad está haciendo– si hay que creer en las últimas conferencias de prensa– es destrozar su presupuesto, reescribirlo frenéticamente y tratar desesperadamente de elaborar en el último minuto algo que pueda pasar por una estrategia monetary y económica creíble.
Según el Financial Times de esta mañana, tardíamente ha decidido dar un giro de 180 grados a su choice de aumentar el impuesto sobre la renta.
Luego de una serie de intervenciones de altos parlamentarios laboristas– incluida la recién electa líder adjunta laborista Lucy Powell– ella y el Guide Ministro han llegado a la verdict, a regañadientes, de que las consecuencias políticas de un incumplimiento del compromiso del manifiesto de su partido serían simplemente demasiado grandes.
El presupuesto de Rachel Reeves para 2025 es el primero en la historia británica de la posguerra que ha logrado paralizar la economía incluso stakes de ser entregado, escribe Dan Hodges.

A principios de año, la Canciller dijo que su prioridad period el crecimiento. Pero la carga fiscal de 40 000 millones de libras que freight sobre las espaldas de las empresas las asfixió.
Por eso ha optado por desechar el eje main de sus propuestas y empezar de nuevo.
Ella debería parar. No debería haber reescrituras de última hora ni intentos de cuadrar las cuentas.
En cambio, Reeves debería tener la conciencia de sí misma– y, de hecho, el respeto por sí misma– para aceptar lo que sus colegas, sus oponentes, el país y los mercados financieros ahora saben que es cierto.
Simplemente no está a la altura del puesto de Canciller. Y debería dimitir antes de causar más daño a su reputación individual, a su partido y a la nación para la que ha sido elegida para servir.
Ha habido malos Presupuestos. Ha habido Presupuestos desastrosos. Ha habido presupuestos– como la catastrófica declaración de Truss/Kwarteng de septiembre de 2022– que han cambiado la trayectoria política y económica del Reino Unido.
Pero el presupuesto de Rachel Reeves para 2025 es el primero en la historia británica de la posguerra que ha logrado paralizar la economía incluso antes de ser entregado.
Ayer se publicaron las últimas cifras de crecimiento. Mostraron una contracción de shock.
¿ La razón principal de esa contracción? La incertidumbre económica creada por Reeves cuando planteó, y luego rechazó, una serie de aumentos de impuestos cada vez más extraños, contradictorios y fiscalmente incoherentes.

Hace dos décadas, Estelle Morris tuvo el coraje y la decencia de reconocer sus propios fallos, es hora de que Reeves haga lo mismo.
Ha seguido la concept de un impuesto a la propiedad. Lo que ha llevado rápida– e inevitablemente– al colapso del mercado inmobiliario.
Siguió la idea de un ‘impuesto de salida’ para los extranjeros ricos que quisieran huir al extranjero, lo que planteó la perspectiva de una fuga de riqueza y capital intelectual del Reino Unido.
Ella siguió la concept de un aumento en la tasa impositiva básica por primera vez en medio siglo. Lo que condujo directamente a una mayor estrangulación del ya anémico crecimiento del país.
No es inusual que los cancilleres vuelen alguna que otra cometa en los meses previos a un presupuesto.
Pero Reeves ha lanzado tantas cometas que ha bloqueado el sol. Luego reaccionó a su error disparando maniáticamente con una ametralladora en un intento presa del pánico de derribarlos a todos nuevamente.
Ya no hay ningún beneficio para nadie en ignorar lo obvio. Cualesquiera que sean las cualidades políticas que tenga Reeves, no se extienden a la gestión sana y estable de las finanzas nacionales. Desde que asumió el freight, cada decisión que ha tomado– cada una de ellas– ha tenido el efecto diametralmente opuesto al que pretendía.
Intentó equilibrar las cuentas nacionales. Y, en cambio, ha llevado el endeudamiento y la deuda a niveles document.
A principios de año, dijo que su prioridad era el crecimiento. Pero la carga financial de 40 000 millones de libras que freight sobre las espaldas de las empresas la asfixió.
En noviembre del año pasado, en una de las declaraciones públicas más imprudentes y equivocadas jamás pronunciadas por un titular de su cargo, dijo lo siguiente: “Los servicios públicos ahora necesitan vivir dentro de sus posibilidades porque tengo muy claro que no regresaré disadvantage más préstamos ni más impuestos”. Dentro de quince días hará precisamente eso.
Aunque acusar a Rachel Reeves de tomar decisiones incompetentes es en sí mismo hacerle un servicio inmerecido. Porque la verdad es que el Canciller ya no es quien realmente toma las decisiones.
Sus errores han significado que, durante meses, haya sido efectivamente rehén de los mercados de bonos.
También ha tenido las manos atadas por sus propios diputados que, con su rechazo a las reformas sociales del Primer Ministro, destruyeron cualquier perspectiva de controlar el creciente gasto público.
Ahora, con un golpe de liderazgo inminente, ella está mirando por encima del hombro, buscando qué puede hacer para aplacar a los conspiradores que se preparan para tomar medidas opposite Starmer. Y por extensión, ella misma.
Eliminar el límite de la prestación por dos hijos es el medio por el que intentará convencerlos de que dejen de hacerlo.
Y fracasará, tan seguramente como todo lo que ha intentado ha fracasado.
Hace seis meses la percepción en el Gabinete era que Reeves era imposible de despedir. “Un guide ministro no puede deshacerse de su canciller wrong admitir que todo su plan económico ha sido un fracaso”, me dijeron.
Ahora el único debate entre los Ministros es cuando Reeves será despedida y quién la reemplazará. Darren Jones es el favorito, y el secretario de Bienestar Social, Rub McFadden, es otro fuerte contendiente.
Pero cuando la abandonen, llegará demasiado tarde, para el país y para ella. Un ministro con el que hablé expresó una preocupación genuina por el precio que el trabajo está teniendo para Reeves.
“Estoy preocupado por ella”, dijeron, “tiene un aspecto terrible”. La presión es inmensa. Me preocupa que ella no pueda superar todo esto.
Ella no debería tener que hacerlo. Keir Starmer tiene el deber de cuidar de su canciller y del país. Y está claro que ella simplemente no es capaz de manejar un encargo tan complejo y de tan alto perfil.
Es una vergüenza que el Guide Ministro haya permitido que esta farsa continúe, básicamente utilizando a Reeves como escudo humano para sus propios fracasos e ineptitud política.
Period obvio desde el principio que ella estaba fuera de su alcance. Pero la conveniencia política, la interminable obsesión laborista por la diversidad de género y la falta de voluntad ideológica para aceptar la realidad fiscal han logrado que Grandmother Bretaña sea económicamente ingobernable.
Hace dos décadas, Estelle Morris tuvo el coraje y la decencia de reconocer sus propios fallos. En lugar de aferrarse, hizo lo honorable y antepuso las necesidades de su país a su propia ambición personal.
“No estoy a la altura del trabajo”, admitió.
Es hora de que Rachel Reeves admita lo mismo. Y si no lo hace, Keir Starmer debe obligarla.










