El lenguaje que utilizan los hablantes es como un par de gafas: no solo les permite ver aquello que está delante de ellos, sino que tiñe esa realidad con colores y matices que alteran su percepción. No es lo mismo hablar de “despidos” que de “reestructuración laboral”, de “problema” que de “desafío” o de “crisis” que de “desaceleración económica”. La elección de un término o de otro es el reflejo de cómo las personas comprenden el mundo y de cómo se lo expresan a los demás.
Ahora bien, este superpoder lingüístico conlleva una gran responsabilidad social, pues estas alternancias provocan que la realidad que los hablantes consideran tan firme como una montaña se desvanezca por las palabras que empleamos.
Como poetas de la vida, los hispanohablantes recurren a un sinfín de metáforas para mencionar aquello que los rodea. ¿Quién no recuerda aquella tan desacertada de que “una pera y una manzana no pueden dar dos manzanas”, de la política Ana Botella, para atacar al matrimonio homosexual? Un tipo de metáforas al que se echa mano con bastante facilidad son los eufemismos, es decir, palabras aparentemente inocentes o socialmente aceptadas que sustituyen a otras consideradas vulgares, incómodas o, cuando menos, poco elegantes.
Estos eufemismos son muy frecuentes en campos como el de la muerte, el sexo o la escatología, entre otros muchos. De ahí que todo el mundo comprenda a qué se refiere su interlocutor al decir que una persona “ya no está entre nosotros”, que han pillado a alguien “como Dios lo trajo al mundo” o que está prohibido hacer “aguas mayores” en el baño del trabajo. Sin embargo, la sustitución de un término por otro no soluciona el decoro comunicativo para siempre, incluso hay casos donde puede ser muy perjudicial.
Para entender mejor cómo funcionan los eufemismos, basta con imaginar lo que le ocurriría a un coche utilitario si estuviese constantemente circulando por montes escarpados y pistas forestales. A todas luces, terminaría estropeándose. Esto es algo que les sucede con mucha frecuencia a todas estas palabras, antes o después: que no terminan de expresar de forma precisa la realidad: se connotan. De ahí que adquieran el valor peyorativo de la palabra que se evita. Esto le sucedió al verbo “fallecer”, que originalmente solo significaba “faltar”. Incluso, con esto de atenuar, se han llegado a crear eufemismos totalmente innecesarios, como sucede con la expresión “persona de color” o “con raíces africanas” para aludir a una persona negra nacida en Soria.
Para entender mejor cómo funcionan los eufemismos, basta con imaginar lo que le ocurriría a un coche utilitario si estuviese constantemente circulando por montes escarpados y pistas forestales. A todas luces, terminaría estropeándose
Uno de los ámbitos donde los eufemismos crecen como champiñones es el de la discapacidad. “Personas con diversidad funcional” o “personas con diferentes capacidades” intentan abordar un ámbito donde las sensibilidades están a flor de piel. Sin embargo, estas expresiones permitirían a multitud de personas sentirse parte de una realidad a la que realmente no pertenecen, pues cada cuerpo funciona de forma diversa y todos tenemos diferentes capacidades. En el ejemplo anterior, construcciones como estas no dejan de ser coches utilitarios bordeando a kilómetros el terreno por el que se quiere transitar y, por lo tanto, ineficaces a la vez que perjudiciales para visibilizar a las “personas con discapacidad”, expresión recomendada por las principales asociaciones y que hoy recoge el artículo 49 de la Constitución española.
Las personas cuentan con muchos más recursos casi de fábrica para atenuar sus mensajes: echan mano de los diminutivos, como “cojito”, para que la potencia de “cojo” no se le atragante al destinatario o incluso, en la oralidad, bajan el volumen justo cuando toca pronunciar el término o lo expresan entre carcajadas.
Otra estrategia habitual de la generación Z es acudir a un segundo idioma con el cual, a diferencia de su lengua materna, no sienten una proximidad afectiva. Este mecanismo se utiliza para disminuir la intensidad de las emociones que quieren transmitir. Así el “perdón” se vuelve aséptico cuando se convierte en Lo siento y el potente “molesto” se descafeína con un decepcionado. También se usa para no nombrar directamente realidades incómodas o duras. Por ejemplo, un hispanohablante que no conozca el anglicismo aseo podría traer a su imaginación casi cualquier cosa; pero, difícilmente, su sentido recto, que realmente es “ciberengaño pederasta”, una práctica delictiva de ciertos adultos en internet para ganarse la confianza de un menor de edad a fin de obtener, como mínimo, fotografías sin ropa o en actitudes sexuales. Mismas palabras, en diferentes lenguas, hacen que la realidad se interprete de forma distinta.
Tampoco es necesario cambiar un término por otro para que la realidad dé un giro de ciento ochenta grados, basta con cambiar el foco, a saber, el punto desde el que se cuentan las cosas. En la lacra contra la violencia de género, frases como “una mujer muere en su casa”, frente a “Un hombre asesina a una mujer en su casa”, también provocan, indirectamente, que las personas miren de perfil lo sucedido porque el responsable, el sujeto de la oración, es diferente.
Además, existe un peligro inmenso si, para nombrar la realidad, se retuerce usando palabras que no se ajustan a la verdad. Por eso se desaconseja por completo utilizar el lenguaje bélico en el ámbito de la saluddeshumanizar a los menores no acompañados a través de un acrónimo cosificador como “mena” o usar gratuitamente palabras como “ilegítimo”, “golpista” o “dictadura”, entre otras muchas, de una forma peligrosamente laxa, por mucho que con ello se quiera apelar a los sentimientos de unos cuantos (o unos pocos). El resultado del uso (y abuso) de estos términos puede ser que se insensibilice a todas las personas que los escuchen, hasta que la realidad que pretenden describir se vuelva irreconocible.
Como hablantes, como personas, no se puede permitir que algo tan humano y bello como la lengua sirva para retorcer la realidad y empeorarla. Por el contrario, habría que usar esta herramienta en la lucha para hacer del mundo un lugar mejor.















